10 de agosto de 2012

El Ciclismo fomenta la Salud y la Amistad

Todos los miércoles los Cicloturixes toman las principales calles y avenidas de Mérida en un circuito bicicletero que brinda mucha diversión y la oportunidad de hacer ejercicio

Si fuera una película, la noche de aniversario de los Cicloturixes no tendría mejor título que el de “La revancha de las bicicletas”.
Esa noche, la del miércoles 1 pasado, decenas de ciclistas se lanzaron literalmente al Paseo de Montejo, las avenidas Cupules y Colón, entre otras calles importantes, con el fin de invitar a la sociedad a que vea a la bicicleta como una opción de transporte, que además de económica, trae beneficios a la salud y al medio ambiente.
La noche para conmemorar la rodada número 80 por diferentes calles de Mérida se anunció por medio de las redes sociales y otros medios desde días antes. A los interesados se les invitó a reunirse en el parque de Santa Ana, a partir de las 7 de la noche. La intención era llegar a 400 participantes, todo un récord de asistencia.
Tuve mis dudas. Había escuchado del grupo, que suele pedalear todos los miércoles, que ha ido creciendo y por comentarios sabía que si acaso se reunían unos 100.

La mente escéptica se fue despejando conforme llegaba a Santa Ana. La primera señal de ello fue la aparición de una familia completa, con sus respectivas bicicletas, rumbo al parque; la segunda fue la falta de un espacio para estacionar el automóvil. Aun así, esperaba un grupo discreto. Sin embargo, en la explanada del parque, el nutrido grupo de personas y las bicicletas esperando rodar hicieron que mi percepción inicial cambiara radicalmente.

Yo no tenía bicicleta, así que fui con María José Argüelles Bentata, una de las organizadoras, quien me informó que se podían rentar para aquellos que no tuvieran. Ni “chance” de escoger, sólo quedaban cuatro y tres eran especiales para niños. Con decisión, mi bicicleta y yo nos unimos al grupo cada vez más numeroso.

Era la primera ocasión que participaba en una rodada de ese tipo, antes había participado en la Bici-ruta, pero entonces tenía la seguridad de que las calles estaban cerradas al paso de autos y camiones.
A los nuevos —muchos por cierto— María José nos explicó que en el caso de las rodadas de los Cicloturixes no se cierran calles. La intención es que uno aprenda a transitar a la par que los camiones, automóviles o peatones. “Además nos cuidamos entre todos, y hay una avanzada que sale con sus señales de alto para indicarnos cuándo detenernos”.

Entonces desaparece la angustia momentánea, pues si a algo le temo es que a un camión no le importe que yo ande por ahí.

El ambiente de fiesta está perfectamente instalado en el parque. Me uno a ella a pesar de que el “veinte aún no me cae” por completo.

La gente sigue llegando, un grupo de chavos ya no alcanza bicicleta para rentar, otros preguntan cuál será el recorrido. “10 kilómetros”, dice María José. “¡Uy, no sé si aguantaré!”, pienso… ¿o digo?

Una vez, en Ek Balam manejé cinco kilómetros para llegar a un cenote, y llegué con el alma fuera. “10 kilómetros…”, lo vuelvo a pensar.

No acabo de razonar en qué me metí, cuando María José toma un altavoz para anunciar la salida. Entonces cada uno monta su vehículo y se dirige por el callejón que divide el mercado de la iglesia. Todos se dirigen por la calle 43 rumbo al Paseo de Montejo, se acomodan en el carril derecho esperando la orden de salida. Los ciclistas ocupamos todo un carril.

El arranque
La orden suena y todos pedaleamos con dirección al Monumento a la Patria. Los miedos se van, y entonces empieza a correr la adrenalina, la emoción fluye y uno siente cómo el aire se estrella en la mirada. Para qué describir la libertad, si el solo disfrute ya es ganancia. No faltan los turistas en el paseo que toman fotos y algún automovilista con cara de pocos amigos que aún no entiende el objetivo de esta asociación.

La manga de “turixes” se hace presente en las calles y comienza a rodar la ciudad entera, todos juntos, autos y bicicletas. Llegamos al monumento, no nos detenemos como originalmente se había dicho (el tiempo se impuso al salir con media hora de retraso), giramos y nos encaminamos al otro cuerpo de la avenida rumbo a la Cupules. El tránsito de autos y camiones crece, se escuchan algunos claxonazos, pero es más ruidoso el objetivo común del grupo de ciclistas, la fiesta que se vive sobre las ruedas. Me voy animando con el grupo, haciendo lo que todos hacen, sintiendo que existe un respeto mutuo, pero que en esa noche especial, las bicicletas, el contacto de la gente son las protagonistas. Confieso que me hace sentir bien. La unión hace la fuerza, dice el dicho, y me da gusto, imaginar que hay gente que hace “bilis” porque no entiende el objetivo o aún no lo conoce.

Todos están concentrados en la fiesta sobre ruedas que va rumbo al Parque de las Américas, a vivir otra noche especial, quizás, la más especial de todas las que han experimentado hasta ahora.

Los miedos se alejan, la aventura fluye. En las calles, en aquél miércoles de agosto, en aquella noche inolvidable, las protagonistas fueron las bicicletas. “No gasolina, más ejercicio”.

Así llega el grupo al Parque de las Américas, la primera parada real, donde se hizo una fotografía que documentó la participación inolvidable de los más de 400 ciclistas. Entre ellos estaba yo. — Jorge Iván Canul Ek