25 de agosto de 2021

Antiguas costumbres funerarias mayas


Una de las primeras observaciones sobre las antiguas costumbres funerarias mayas se hizo en 1566 cuando el obispo Diego de Landa escribió en su Relación de las Cosas de Yucatán:

“Que  el  sucesor  de  los  Cocomes, llamado  don  Juan  Cocom,  después  de  bautizado, fue hombre de gran reputación y muy sabio en sus cosas y bien sagaz y entendido en las naturales; y fue muy familiar del autor de este libro, fray Diego de Landa, y le contó muchas antigüedades y le mostró un libro que fue de su abuelo, hijo del Cocom que mataron en Mayapán, y en él estaba pintado un venado; y que aquel  su  abuelo  le  había  dicho  que  cuando  en  aquella  tierra  entrasen  venados  grandes, que así llamaban a las vacas, cesaría el culto de los Dioses; y que se había cumplido porque los españoles trajeron vacas grandes.

Muertos, los amortajaban, llenándoles la boca de maíz molido, que es su comida y bebida que llaman koyem, y con ello algunas piedras de las que tienen por moneda, para que en la otra vida no les faltase que comer. Enterrábanlos dentro de sus casas o a las espaldas de ellas, echándoles en la sepultura algunos de sus ídolos; y si era sacerdote,   algunos   de   sus   libros;   y   si   hechicero,   sus   piedras   de   hechizo   y   pertrechos.  Comúnmente  desamparaban  la  casa  y  la  dejaban  yerma  después  de  enterrados,  menos  cuando  había  en  ella  mucha  gente  con  cuya  compañía  perdían  algo del miedo que les quedaba de la muerte.

A los señores y gente de mucha valía quemaban los cuerpos y ponían las cenizas en vasijas  grandes,  y  edificaban  templos  sobre  ellas,  como  muestran  haber  hecho  antiguamente  los  que  se  hallaron  en  Izamal. Ahora,  en  este  tiempo,  se  halló  que  echaban las cenizas en estatuas huecas, hechas de barro, cuando (los muertos) eran muy señores. 

La demás gente principal hacía a sus padres estatuas de madera a las cuales dejaban hueco  el  colodrillo,  y  quemaban  alguna  parte  de  su  cuerpo  y  echaban  allí  las  cenizas  y  tapábanlo;  y  después  desollaban  al  difunto  el  cuero  del  colodrillo (cuello) y  pegábanselo  allí,  enterrando  los  residuos  como  tenían  de  costumbre;  guardaban  estas  estatuas  con  mucha  reverencia  entre  sus  ídolos.  A  los  antiguos  señores  Cocom, habían cortado las cabezas cuando murieron, y cocidas las limpiaron de la carne y después aserraron la mitad de la coronilla para atrás, dejando lo de adelante con  las  quijadas  y  dientes.  A  estas  medias  calaveras  suplieron  lo  que  de  carne  les  faltaba  con  cierto  betún  y  les  dieron  la  perfección  muy  al  propio  de  cuyas  eran,  y  las tenían con las estatuas de las cenizas, todo lo cual tenían en los oratorios de las casas,  con  sus  ídolos,  en  gran  reverencia  y  acatamiento,  y  todos  los  días  de  sus  fiestas  y  regocijos  les  hacían  ofrendas  de  sus  comidas  para  que  no  les  faltase  en la otra vida donde pensaban (que) sus almas descansaban y les aprovechaban sus dones”.

Relación de las Cosas de Yucatán, fray Diego de Landa.

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