Cuenta que en noviembre de 2004 llegó al recinto, construido en 1645. Una vecina fue la que se le acercó y le dijo que debería pedirle las llaves al padre porque su esposo dejó de trabajar ahí como cuidador.
“Oye, por qué no vas a pedir las llaves de La Ermita, donde trabajaba mi marido, para que abras. Y me dice mi esposa, es cierto, anda a verlo. Fui, le conversé al padre y me dice: ‘sabes qué, no te lo puedo entregar porque hay mucho vandalismo, hay mucha drogadicción, es un centro de prostitución’”.
Menciona que la respuesta del cura sí le entristeció, pero no se dio por rendido. “Mire padre, si usted me lo entrega, yo me puedo cuidar”, le dijo. A los ocho días, el cura lo mandó hablar y le concedió las llaves.
Con los ojos cristalinos al recordar esta aventura, dice que ese día se quitó de la parroquia o la catedral de Tekax, donde el padre le dio ”luz verde” para comenzar a trabajar, y «se lanzó” hacia el palacio municipal, ubicado a un costado de la plaza principal, para solicitar ayuda de los elementos de la policía municipal y subir al cerro.
“Cuando llegamos (a La Ermita de San Diego) sí había gente tomando y drogadictos, así que los policías me ayudaron a bajarlos y decirles que ese lugar no es para ellos, sino para la gente que viene de visita, de otros lugares, y volverá a funcionar”, menciona.
De ese modo comenzó su trabajo Moisés, quien a inicios de 2020 dejó de ir a la capilla de San Diego por la pandemia del Covid-19, pero regresó el 8 de diciembre al pedir permiso a un nuevo padre y al Ayuntamiento.
El custodio asegura que el lugar ha cambiado. Ya no van personas a consumir bebidas alcohólicas ni a drogarse o a tener relaciones sexuales. Además, se ve más limpio, le dan mantenimiento a la estructura cada cierto tiempo, conservan el sendero y la gruta, así como el pozo, donde apareció la imagen de San Diego y que, de acuerdo a la leyenda, ahí regresó de manera misteriosa al ser colocada en la iglesia principal en tres ocasiones.
Durante sus años como cuidador ha conocido a mucha gente y escuchado los milagros que hace el santo patrono del pueblo al que también le llaman “Sultana de la sierra”. Recargado en uno de los muros de la capilla, trae a su mente un recuerdo: una señora sentada en las escaleras que se le acercó a preguntarle a qué hora abrían el recinto y le dijo que en un momento.
“Yo abro, ella entra y tarda. Cuando sale, me dice: ‘ta’ bueno señor, a ver cuando regreso. Está bien, le dije. A los dos años, regresa con su marido y ¡má!, tenían agarrado un niño como de dos años. Estaban trayendo veladoras, flores y me pregunta: ‘¿me conoces?’. ‘Prácticamente no te conozco’, le respondo”.
Con la voz entrecortada, continúa relatando que la mujer, después de prender las veladoras y colocar las flores al “santito”, se volvió a acercar a él y le dijo el porqué de su ofrenda. “Venimos a darle gracias a San Diego porque me regaló lo que yo quería, mi bebé. Tenía siete años de casada y no me embarazaba. Este santito sí hace milagros”.
Moisés cree que es extraordinaria la fe que la gente le tiene a ”San Dieguito”, pero recalcó que no sabe si hace milagros, es ”la gente quien lo dice», aunque considera: “qué sería de mí (si no creyera), si soy quien lo cuido”.
Por Kattia Castañeda | Voces Libres
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