15 de agosto de 2020

Análisis personal de riesgos para evitar accidentes o ataques

¿A qué llamas análisis personal de riesgos?

Al conocimiento profundo y realista de los riesgos que uno puede estar corriendo en el entorno; al conocimiento de las amenazas a que uno puede enfrentarse diariamente por causa de la violencia, pero no necesariamente de la que se escucha en las noticias, sino de lo que puede suceder en cualquiera de los tres círculos que conforman la existencia de cada quién, es decir, el círculo social, el familiar y el personal. Me refiero al modo como debe o puede uno comportarse idealmente en situaciones que, si bien no son comunes, son parte de los probables sucesos que nos afectan física, económica, moral, emocional y legalmente, sobre eso que entendemos como seguridad.

Todos somos vulnerables y potenciales víctimas de accidentes, asaltos, secuestros, extorsiones, muertes, y un largo etcétera del que tendemos a pensar que estamos exentos por razones diversas, como la posición y prestigio que se tiene en el círculo social, por el cobijo que supuestamente se da al interior del círculo familiar o porque simplemente creemos conocernos al ciento por ciento como personas, razones todas estas, entre muchas más, que justifican erróneamente la idea de que la búsqueda del control de los elementos que inciden en la propia seguridad trae como consecuencia la pérdida de la libertad individual, idea que, si bien no es infundada, vuelve a cualquiera reticente a las asesorías en estos temas y, por omisión, hacerse aún más vulnerable de lo que ya se es.

La libertad, como la seguridad, es algo que nadie está dispuesto a perder, pero la segunda no puede obtenerse de manera suficiente si no existe la disposición del individuo a sacrificar algo de esa libertad. La gente rehúsa ser víctima, pero entiende también semejante sacrificio por su seguridad como una forma distinta de ser víctima de la circunstancia. En ese rehusarse, las personas ponen muchos pretextos: "soy muy conocido en la comunidad", "las bardas de mi casa son muy altas", "¿Quién puede interesarse en mis hijos tan chiquitos?", "basta con no enjoyarme para no ostentar riqueza", "yo no soy conocido ni tengo poder", etcétera, pero cada argumento no es más que un recurso evasivo de la realidad que, tarde o temprano, la punta de una pistola o la mirada intimidatoria de un ladrón ponen a prueba y en entredicho.

La gente tiende a no ser realista y resistirse al cambio que implica prevenir por propia seguridad. He conocido personas que han luchado mucho para tener, digamos, un determinado tipo de automóvil sin detenerse a analizar y comprender que ni siquiera cabe a lo ancho de la calle donde viven y todo por anteponer a la seguridad una cuestión de estatus, un capricho, hacer valer ese logro por el que tanto se hubo luchado.

Si el día de mañana esa persona es víctima, digamos, de extorsión, muy probablemente tenga que deshacerse de ese vehículo que tanto esfuerzo le costó conseguir, sólo para satisfacer la demanda de un delincuente al que no le importa nada más. En un caso así, sería mejor detenerse a analizar qué tipo de vehículos pasan por la calle y de entre ellos elegir el más agradable al gusto y la economía, en vez de sentirse movido por el ánimo de destacar y distinguirse del resto de los demás, con el consecuente aumento de la propia vulnerabilidad a los ojos de los criminales o la sola sospecha, el temor y la angustia de la posibilidad de perder, por causa de la delincuencia, el bien tenido.

Así pues, el análisis personal de riesgos es una práctica que comienza con el examen de quién se es, qué se tiene, por qué se tiene, si se puede o no tener, qué se quiere y cómo se quiere obtener en relación con esos tres círculos, el individual, el familiar, el social, en ese orden.

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