30 Julio 2012: Sábado 4 de la tarde. Lanchas chicas, medianas y grandes; yates y barcos
llegan y tiran sus anclas enfrente de la playa de lo que fue el Club
Cocoteros, en el tramo que va de Progreso aChicxulub.
Los jóvenes “brincan” de lancha a lancha; las motos de agua no dejan de
pasar; vasos en mano, sin ninguna diferencia;
otros muchos desde la playa van adentrándose al mar, no pocos de ellos
con una botella de licor en la mano.
—“¡Es mi intransmisible; voy a la lancha!”, dice uno de
ellos y avanza poco a poco hasta que le cubra el agua y deja la caminata
para empezar a nadar; y así se va a la lancha, en el
trayecto tiene que librar numerosas motos, lanchas y las propelas de
motores en marcha; así llega Rodrigo a la lancha
-¡Dejénme subir!
-¡Ya somos muchos!
-¡No molestes!, dame la mano; traje trago.
Y es que en la lancha de alrededor de 7 metros de largo
(21 pies), que según la norma no debe de navegar con más de 8 personas,
ya tiene a bordo a 29 jóvenes, quienes, auténticamente como “sardinas
enlatadas”, lucen desde luego, ajuar de playa.
Como ésta lancha hay muchísimas más en un área reducida y en
la mayoría de ellas se ve a jóvenes, chicos y chicas, en galopante
proceso etílico.
Hay muchos barcos más, y de mejor talla, desde luego con
cómodos camarotes, y en algunos no faltan, durante el correr de la
tarde, siestas comunitarias; en fin, “gajes del verano”. El asunto no va por allá, pues cada quien puede hacer lo que quiera.
A lo lejos, en la playa, un adulto, papá o tío de cualquiera de los que están en el reventón sabatino, le comenta a otro
—“¿Qué es este desorden?
—Compadre, ahorita estás viendo alrededor de ochenta lanchas
amontonadas; el sábado pasado, no te miento, te lo juro, eran 169, ¡las
contamos! Pero me asusté cuando vi cómo un chavito, quizá de 16 ó 17
años, fue impulsado hacia una lancha por sus “amigos”, pero ya no tenía
fuerza en las manos, no pudo agarrarse de la escalinata de la lancha a
la que fue aventado y se le trabó la cabeza entre la escalinata y el
motor. ¡De horror!...Cuando dos de sus amigos llegaron a la playa les
dije: no se dan cuenta que su amigo ya no tienen reflejos, ¡por favor,
sáquenlo del agua o lo van a ahogar! Los chavos no hablaron, no sé si
porque se les “trababa la lengua”, por el alcohol bebido, o la vergüenza
los hizo enmudecer y rápidamente tomaron distancia de quien les habla.
El compadre le dijo al otro:
—¡Aquí va a ocurrir una tragedia en cualquier momento!
Durante toda la jornada sólo una vez se vio pasar, pero a la distancia,
una lancha de Capitanía de Puerto, de las que tienen bajo su resguardo
el orden en el mar; pasó por ahí, diríamos, con timidez o algo parecido,
pero ni de chiste demostró intención de guardar orden; quizá se sintió
minoría entre hijos de “poderosos”.
La Policía Naval y la Armada tampoco hicieron acto de presencia para poner orden.
Así transcurre la tarde; el sol se va poniendo; algunas de las lanchas
se retiran, en tanto que en otras se agudiza el reventón a bordo, pues
lo nocturno es un valor agregado en el evento.
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Al verano playero le quedan cuatro sábados; el escenario descrito no es nuevo; cuentan que a un tipo, joven de alto rendimiento futbolístico, el año pasado, cuando nadaba de una lancha a otra, una tercera le rebanó la pierna con la propela del motor. Reportan que el joven la “brincó”… pero lo mermó en su desarrollo deportivo. Sin duda alguna habrá habido otros incidentes, “a punto” de tragedia, pero no se debería esperar a que esto ocurra. Es impostergable que las autoridades pertinentes pongan orden.
PREVENIR ES NO LAMENTAR ..!!!