El 50% del coeficiente intelectual se adquiere en los primeros cinco años de vida. El nivel de neuro-desarrollo de un niño hace la diferencia en su vida
adulta. ¿Por qué? El 50% del coeficiente intelectual se adquiere en los
primeros cinco años de vida.
.
.
El mejor legado que podemos transmitir a nuestros hijos es, sin duda, el amor. Éste es la fuente de su autoestima, lo que les hace fuertes para afrontar retos y frustraciones, lo que les embarca hacia el éxito personal.
Al
nacer, todos contamos con un potencial intelectual que crecerá según
los estímulos que recibamos, ya que nuestra corteza cerebral no
evoluciona automáticamente sino de acuerdo con la información que
recibimos. El principal desarrollo en el niño se produce durante los
primeros cuatro años, en el periodo imprinting, cuando el cerebro del
pequeño es más sensible al aprendizaje y ‘llena su disco duro’.
Durante
esta etapa es fundamental que el niño albergue en su mente el mayor
número de vivencias posible que, junto con una adecuada estimulación,
generarán nuevas conexiones neuronales en su cerebro, y éstas
determinarán su inteligencia. Investigadores de la Universidad de
Montreal (Canadá) compararon el desarrollo del cerebro de ratas cuyas
madres les lamían y rozaban, con el de otras que no habían recibido
‘afecto’. Comprobaron que las que habían tenido contacto físico
desarrollaron más su cerebro y eran más capaces de afrontar situaciones
de estrés. En otra investigación, llevada a cabo por la Universidad de
Washington, se descubrió que cuando los padres hablan de sus emociones
en familia, los hijos aprenden a manejar mejor las suyas, prestan más
atención y son mejores alumnos en el colegio.
El amor alimenta su cerebro
El
cariño expresado de mil maneras (una caricia, una mirada, la suavidad
de una voz...) desencadena en nuestro cerebro la producción de
oxitocina, una hormona que nos hace proclives al amor y la ternura. Los
científicos la llaman “la molécula de la confianza”. Menos conocida es
la vasopresina, que también circula por nuestro cuerpo cuando nos
sentimos queridos. Esta sustancia regula nuestras reacciones emocionales
y cognitivas, además de la presión arterial y la capacidad para calmar
el dolor. Pues bien, un estudio realizado en la Universidad de Wisconsin
Madison (EE. UU.) demuestra que los niños criados con padres cariñosos
tienen niveles más altos de estas dos hormonas que los que no reciben
afecto.
No
pienses que malcrías a tu hijo si lo coges cuando llora. Dile lo mucho
que le quieres y lograrás despertar su inteligencia. Él necesita saber
que puede contar contigo para sentir confianza en sí mismo. Una forma
muy agradable de demostrarle tu amor puede ser haciéndole masajes
mientras le estés hablando. Esta práctica crea lazos afectivos entre el
bebé y el adulto. Y con las caricias enviamos mensajes al cerebro que
consiguen establecer conexiones, las cuales permiten que el pequeño
aprenda.
La
tensión constante o la falta de ternura dentro del seno familiar genera
en el cerebro del niño una sustancia, el cortisol, que puede entorpecer
su crecimiento. Lo ilustra el estudio realizado por la psiquiatra
Marcelle Geber, en el que compara a bebés de Uganda amamantados y
cuidados con amor por sus madres, con bebés de Europa alimentados sólo
con biberón mientras permanecían sentados en carritos. Descubrió que los
primeros desarrollaban sus capacidades motrices e intelectuales mucho
antes que los segundos.
¿Algo menos de autoestima?
Está
claro que el amor mejora notablemente la imagen que el pequeño tiene de
sí mismo, y que ésta influye en el buen rendimiento escolar. Sin
embargo, Betsy Hart (madre de cuatro niños y columnista norteamericana)
advierte, en su libro Sin miedo a educar, de un peligro: “Los psicólogos
han averiguado que muchos estudiantes con notas mediocres tienen un
concepto bastante elevado de sí mismos”. Se trata de un fenómeno nuevo,
propio de una generación reciente, educada en una autoestima desmedida.
¿La propuesta?: “Mostrar a nuestros hijos que son valiosos no porque
‘sean estupendos hagan lo que hagan’, sino porque pueden elegir hacer
las cosas mejor cada día”.