Todo el que llega a Guanajuato, sobre todo si es en pareja, pregunta por este sitio tan singular, donde se han acuñado diversas leyendas, como la que habla del amor de Doña Carmen y Don Carlos, una de las más sorprendentes por su valor trágico y romántico.
Según los lugareños, Carmen era hija única de un padre intransigente y violento que la tenía casi aislada de la sociedad, a fin de evitar que le llegara el amor y la arrebatara de su lado.
No obstante, en algunas "escapadas", Carmen fue cortejada por Carlos, un humilde minero, con el que se veía en un templo cercano a su hogar.
Al ser descubierta tuvo que soportar el encierro al que la sometió su padre, bajo la amenaza de enviarla a un convento y casarla en España con un viejo y rico noble, con el que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda.
En aquella época, todas las doncellas tenían a su dama de compañía, así que la bella mujer acudió a ella para pedirle que le entregara una carta a Carlos en la que le revela el trágico suceso. Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ellas hubo una que le pareció la más acertada. Una ventana de la casa de Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho, que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente. Si lograba entrar a la casa frontera podría hablar con su amada, y entre los dos, encontrar una solución a su problema. Preguntó quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a "precio de oro". Así, los enamorados tuvieron largas noches para consumar su amor hasta que un día el padre escuchó los murmullos y entró a la habitación de Carmen y encontró a la pareja reunida. Enfurecido y en gran acto de violencia, clavó una daga en el pecho de su hija. Ante la tragedia, Carlos enmudeció de espanto y dejó en sus manos, tersas y sin vida, un tierno beso.
El joven no pudo soportar vivir sin el amor de Carmen y desesperado se suicidó, tirándose desde el brocal del tiro principal de La Mina de la Valenciana. Sigue...
La leyenda se corona con una advertencia: La pareja que visite este sitio y se de un beso en el tercer escalón de este afluente angosto logrará su felicidad durante siete años, sin embargo, quien no lo haga y pise el lugar, tendrá siete años de mala suerte. Para las personas que no llevan pareja, no pesa ninguna maldición, pero sí se les recomienda que busquen pareja rápido y al encontrarla, no duden en visitar juntos este lugar situado en la bella ciudad de Guanajuato. "El Callejón del Beso" destaca por su estrechez, ya que sólo mide 68 centímetros de ancho. Su atractivo radica en que los balcones de las dos fincas de este callejón prácticamente se tocan.
Ubicado en las faldas del Cerro del Gallo, en un barrio cuya construcción data del siglo XVIII, la edificación de las casas que conforman el callejón son sencillas y en un estilo peculiar acorde a la topografía de Guanajuato.
Confluye a este Callejón el del Patrocinio, a cuyo término se levanta la puerta principal de la Ex-Hacienda del Patrocinio de Nuestra Señora de Guanajuato, la cual formó parte de un conjunto de haciendas que se extendieron a lo largo de la cañada del Real de Minas.
Bajando desde el oeste por la Avenida Juárez, uno de los primeros atractivos que salen al paso es el Mercado Hidalgo. Aunque un poco desordenado, alberga un sin fin de recuerdos y artesanías relativas a la ciudad, al igual que dulces y comidas típicas.
Continuando calle abajo, aparece la plaza del Ropero con una fuente en medio y pequeños y estrechos caminos que salen de ella. Una de esas veredas, la que da hacia el cerro, es la que lleva al famoso "Callejón del Beso", estrecho y oculto rincón donde caben justo dos personas. Sin duda, "El Callejón del Beso" es el lugar que por curiosidad o romanticismo se ha convertido en uno de los más visitados de esta ciudad. A la fecha, cientos de estudiantes, turistas y pueblerinos solicitan a los dueños actuales subir a las habitaciones para prometerse amor eterno.